Hacia 2019, Solange vivía en Portugal porque su esposo, el exfutbolista Iván Bulos, jugaba para el Boavista F.C. de ese país. Las redes sociales fueron para ella «una forma de sentirme acompañada en el extranjero», dice. Ganó seguidores, sobre todo hinchas del fútbol y de las historias de amor bonito. Cuando regresó al Perú creó contenido con todo.
«Al inicio me daba miedo ir a los eventos a los que invitaban y no conocer a nadie, después agarré cancha», refiere. Trabajó para marcas como Ésika, Aruma, Paco Rabanne o Dior. Además de influencer, desde el año pasado tiene el podcast ‘Después del Flash’ un diario virtual y lugar donde entrevista a colegas influencers. «En este espacio conecto con la gente más allá de lo estético, por el lado emocional», argumenta ella que estudió psicología.
«Lo más complejo de trabajar en redes es separar la vida laboral de la personal», advierte. «Iván dice: ‘ser futbolista y ser influencer se parecen porque caen opiniones encima de ti’». Iván sabía de lo que hablaba: en 2015 fue amado al reemplazar a Paolo Guerrero en la selección y luego olvidado tras sufrir una lesión a la rodilla.
«Caminar entre la viralidad y el hate genera ansiedades —comenta Solange—, pero hay que tener los pies sobre la tierra».
Desde el año pasado tiene el podcast ‘Después del Flash donde conecta con la gente desde el lado emocional.
